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Poeta y narrador. Recibió el Premio Internacional de Poesía Sant Jordi 2006 en España por su libro Autorretrato en azul. Jefe de redacción de la revista literaria La Zorra y El Cuervo. Ha publicado los libros El diablo en el Cuerpo (2005), Los bosques de Mortefontaine (Bluebird Editions, 2007) Habitación a oscuras (Vitruvio, Madrid, 2007) y el libro de ensayos y cuentos La Seducción del Minotauro (Islas Canarias, 2000). La editorial Bluebird Editions en los Estados Unidos publicó una antología de su poesía bajo el nombre de Los Nombres de la noche (Bluebird Editions, 2008). Su último libro, El azar y los tesoros fue finalista del premio Adonais, 2008 en España y será publicado por Editora del Sur, en Buenos Aires, Argentina. Textos suyos han sido traducidos al inglés, al alemán, al turco y al polaco, y han aparecido en las antologías Ante el espejo (Poesía Iberoamericana, Fundación Inquietud Europea, Madrid, 2008), Adiós (Madrid, 2006) Aldabonazo en Trocadero 162 (Ed. Aduana Vieja, Madrid, 2008) Una voz en el abismo (Perú, 2007) y en revistas de España, Turquía, México, Alemania, Perú, Argentina y Estados Unidos.
JAMES ENSOR
Pues sí, es muy extraño que no exista,
James Ensor, en Ostende, algún lugar
que recuerde que aquí pintó sus cuadros,
que aquí sufrió, usted, su pesadilla.
Pero también extraño es ese sueño
de las aves dormidas en los cuartos,
y el baile de la muerte a medianoche,
y el abrazo filial de algún amigo.
En Ostende, imagino, ya no hay casas.
Faltaba la memoria de algún parque
en donde también yo vestí mi cuerpo
con sus oscuras ropas, consumido
por el horror, la angustia y el deseo.
Faltaban a mis noches los jardines,
los rostros perseguidos por la tarde,
las columnas sagradas como templos.
Faltaba la piadosa maravilla
y la especulación de algunos hombres,
ante la rosa roja de los bosques.
En Ostende, imagino, nadie duerme.
El eco de mis pasos no retumba
sino en un sueño alto e imposible:
hoy presiento que un hombre me conjura,
y que algo de su miedo ya me alcanza,
y que su rostro puede ser mi rostro,
y que sus manos pueden ser mis manos
y puede que seamos sólo el mismo,
deambulando en Ostende por las plazas.
UN NIÑO OSCURO Y SOLO ME CONMUEVE
Un niño oscuro y solo me conmueve
como el cadáver viejo de algún muerto.
Como el cadáver viejo de algún muerto,
un niño oscuro y solo me conmueve.
Saberlo en la penumbra me entristece,
como la tarde gris cuando me mira.
Como la tarde gris cuando me mira,
saberlo en la penumbra me entristece.
¿Qué me separa acaso de sus manos?
¿Qué tiempo inabarcable y hondo pasa
entre los dos, de pronto en una plaza
y al querer acercarnos todo es vano?
Un espejo, una fuente nos separa.
En otro tiempo estamos cara a cara.
LAS NOCHES
Noches de amantes breves como cirios ardiendo,
y cetros y fortunas y reyes y palacios.
Noches de espejos hondos, aguas de un río mágico.
Noches de altas torres perdiéndose en la noche,
y sonoras tinieblas retumbando en lo oscuro.
Noches de laberintos como hojas cayendo
sobre el pozo abismal donde mi sed enjoya
en música sus cantos, sus noches tan eternas.
Noches de verjas altas y jardines y estatuas.
Noches en donde todo parece que se escapa
a domeñar la forma terrible de mi sombra.
Noches en que me pierdo sin saberlo en la noche,
bajo gotas finísimas como cristal soñado,
por senderos de nieblas, por bosques de unicornios.
Noches en que las cosas que amamos se despiden
agitando en el aire una espantosa mano.
Noches para soñarnos la mano que retira
la nieve de la espada, la espada de la piedra,
y el mágico rocío sobre el agua del lago,
agua lustral fluyendo, agua de plata y luna.
Noches de hondos espejos en sombras desvelados,
y rostros que se asoman hacia un fondo de sombras.
Noches que son el sueño del cuerno y del marfil.
Noches de puertas altas, de interiores sagrados,
y paisajes mostrando el nácar de algún rostro.
Noches para olvidar quién por mi sombra avanza,
bajo qué estrellas quedo sosteniendo mi cuerpo
insomne y solitario, como una luz temblando.
Noches de islas lejanas, de bajeles sombríos
y puertos ideales para agitar pañuelos.
Noches para sentarnos a hablar junto a la noche.
Noches de torvos pájaros y tigres en penumbras,
y dedos sobre el vidrio, y cítaras tocando.
Noches en que no somos sino la noche misma,
reconociendo el paso ruinoso de sus muertos.
A PUNTO DE PERDERME SALGO A ESCENA
Yo también soy ya otro; y otro mira
por estos ojos verdes medio chinos;
otro por mí convive con la asfixia
clavada en la garganta como un pájaro;
otro por mí me sueña y va negándome
y me despierta y lleva de las manos;
otro por mí presiente ese contorno
con que se enhebra el miedo en mi locura;
otro por mí se cruza ya de brazos,
bebe el láudano, el opio, la cicuta;
otro por mí blasfema de su carne,
y a solas ya repite todo un salmo;
otro por mí concluye que ha fallado,
a la familia, al héroe, a los amigos;
otro por mí desciende a los infiernos
y al paraíso acaso en una tarde,
y regresa diciendo que la historia
es el único infierno y paraíso;
otro por mí se aleja silencioso;
otro se mata siempre en una esquina,
y en otra esquina nace como nuevo;
otro adivina un canto de sirenas
y tapa sus oídos y enloquece.
Otro por mí revela los secretos
que rigen a este mundo; otro percibe
esa solemnidad que a mí me falta.
ESCRITO EN 1988
Denme la sombra, oscura mansedumbre.
Denme la pluma, el ave; denme el sueño.
Denme el castillo, el foso y el empeño
de nombrar los misterios de la lumbre.
Denme la vida, y denme ya la suerte
de ver el paraíso y el infierno
y el veneno y la copa y aquel cuerno
que en la sombra alumbró toda mi muerte.
Denme la eternidad que poco dura.
Denme el breve recuerdo que procura
mis templos, mis ciudades, mis Parnasos.
Denme todo el valor, todo el soñado
valor que sólo en sueños he buscado.
Y denme amor, la luz y los ocasos.
CUARTETAS DE OTOÑO
Me han concedido el fuego del pecado.
Sólo el fuego; el amor jamás ha sido
en mí sino una sombra. Yo he soñado,
en las eternas noches del olvido,
que alguien me ama y me sueña. No he podido
corresponder. Soy triste como el hado
que invierte los destinos del amado.
Soy el amado; no quien ama. He sido
el traidor y el amigo. He complacido
a oscuros dioses el manjar sagrado.
Alguien en la penumbra me ha buscado.
Alguien en la penumbra me ha vencido.
CON SU DISFRAZ DE VISITANTE TRISTE
Quién toca el aldabón de los portones
y muy quieto se queda así esperando
a nadie, ni a su sombra, ni al fantasma
de los pequeños seres silenciosos
que ocultos en las sábanas lamentan
el fin inevitable de la noche,
quién desanda, invisible, cabizbajo,
esos vastos espacios de la sombra
en que le espero como a nadie nunca.
Quién observa tranquilo los vitrales
y al mirar pareciera que no hay nadie
o quizás una sombra recogiéndose
como un oscuro perro lloriqueando
la pérdida del amo que alimenta
esos instantes en que el hambre viene
con su disfraz de triste visitante,
de alguien que llega a un pueblo para siempre.
Y DIJO: GOZA SIN TEMOR DEL HADO
Y dijo: goza sin temor del hado
que oscuro en esta noche abrigo ofrece,
magia o don, su belleza no merece
reino mejor que el reino ya soñado.
Y dijo: goza sin temor del hado
que oculto en la penumbra permanece.
Hermosa su mirada me envilece;
hermoso ya su rostro delicado.
Y dijo: goza sin temor del hado,
sus finas manos, su cabello hermoso,
su andar divino, de ángel silencioso.
Y dijo: goza sin temor del hado,
otra suerte tendrás que no has tenido.
Otra vida, otra muerte, amor u olvido.
AGOSTO 15, 1989
De qué frágil madera un sueño apura
a mostrarme la cruz en que descanso.
No duraré ya mucho. Este remanso
me vuelve a la agonía y a la oscura
noche. Cuán fuerte la cruz o cuán pura
la madera, pregunto, en que descanso
del eterno fluir del día, el manso
fluir que, eterno en mí, terror procura.
Indigno soy del tiempo y de la muerte.
No me salva el amor; no hay otra suerte.
Si alzo mis dedos siento la pulida
superficie que espero y que me espera.
Quiero seguir viviendo, no es quimera.
Si otros me matan, no soy yo el suicida.
HABITACIÓN DE ARLÉS
Nada conmueve más que aquella silla
que el pintor ha dejado ya inconclusa,
quizás imaginando la difusa
maraña de la luz, la pesadilla
de vivir nada más con una oreja.
Nada perturba el cuadro; la agonía
la sentimos nosotros; la agonía
de él no existe. La silla tan perpleja
sigue en su tiempo inconmovible y sola.
Poco importa la pipa que figura
inaccesible al humo que no puede
alzarse del dibujo. Triste y sola
ha de quedar por siempre en la pintura,
la silla que otra suerte ya no puede.
LA NOCHE AVANZA BREVE POR MI CUERPO
La noche avanza breve por mi cuerpo.
Ante su abrazo tiemblo como un niño.
ando en sombras, secreto, temeroso,
perdido para siempre sin remedio.
Siento lo oscuro en mí como un castigo
de dioses y de ángeles sombríos.
Mi destino es la noche. La penumbra
interminable vuelve por mis pasos.
No va detrás de mí sino el silencio,
sino el eco de nada y ya de nadie,
nunca el amor, la gloria o lo que ha sido
ya del musgo o del oro un tibio anillo
acaso descubierto entre la fuente,
ave de luz en sombras, fulgurando.
ACASO NI LA LUZ PUEDE SALVARME
Lejos de toda luz nombro mis sombras.
Me abrazo a mi dolor como quien sabe
que ningún reino tendré. Sólo olvido.
No habrá sino las huellas que otros dejan
sobre mi huella. Lejos ya de todos,
por las tranquilas tardes de algún pueblo,
alguien descubrirá mi rostro acaso
en el rostro sin vida de una estatua.
Alguna vez sentí todo ese horror.
Debí soñar la muerte como sueña
secretamente un niño algún juguete
alto para sus manos. Me he abrazado
a mi propio dolor, a todo el miedo,
a mi imprevista sombra me he abrazado.
Nadie puede salvarme de la noche
ni de esas playas breves donde fuimos
de algún modo el amado y el amante.
He sentido espectral la espuma alzándose
desde mis pies al rostro, todo el frío
del agua, sus cuchillos devorando,
ardiendo en la tiniebla de las aguas.
Nada puede salvarme de esa espuma,
de sus cisnes de muerte recorriéndome.
Acaso ya sin gloria; despojado
de toda luz y brillo, silencioso
como un hombre que sabe va a su muerte,
recorro las estancias donde he puesto
a beber a mi sombra de tu sombra,
para después sentarme y ver tranquilo
cómo es que alzan torres en mi nombre,
cómo es que nadie escucha cuando digo
soy mínimo, soy mínimo, y confieso
soy yo quien toca, a veces, con sosiego
el corazón secreto de los hombres.
PALIMPSESTO
Descifrar el misterio de las cosas,
las ambiguas palabras, el severo
orden de tantas frases, el austero
mecanismo de noches silenciosas.
Ver en lo que nos legan con cuidado
oscuras escrituras muy secretas,
manuscritos de dioses, las discretas
historias que los hombres han soñado.
¿De tus símbolos cuál ha resistido?
¿Qué letras ya borradas han surgido
del alba tan eterna, tan distante?
¿Quién nombrar puede tus misterios todos?
¿Qué marcas o qué trazos son tus modos
perdurables, secretos, inconstantes?
GLORIETA DEL PARQUE DE LA ALAMEDA
El que me espera sin decir palabra
con sus oscuras ropas tan antiguas
hablando sin hablar qué cosas siempre,
contándome qué historias y entresijos,
en el banco del parque en el que espero
con mis oscuras ropas tan antiguas
hablando sin hablar qué cosas siempre
contándole qué historias y entresijos
en el banco del parque en que me espera
sin murmurar siquiera algún cansancio,
y así los dos nos vamos saludando,
con las mismas palabras tan iguales,
repitiendo las mismas cosas siempre,
esperando qué instante, qué momento.
FINALES DE DICIEMBRE, 1989
Cansancio de la tarde en oro vuelto,
antiguas soledades, muros grises,
penumbras innombrables, dioses, ángeles,
el amor y el dolor en todo unido.
Nada ajeno me exalta. Vivo sólo
de andar por las tinieblas como un loco.
La sombra de una rosa ha de matarme.
Mi rostro me persigue en los espejos.
Soy como un rey dormido en alta torre.
La tarde me acontece con sus bestias.
Pequeñas perversiones me reclaman.
Los años me desgastan. Soy la estatua
que de arena y de sal sueña otro tiempo
y ante el agua sucumbe sin belleza.
POR LAS PUERTAS DE CUERNO Y DE MARFIL
Por las puertas de cuerno y de marfil
he adivinado un rostro. Sigo un sueño.
La penumbra me envuelve con empeño.
Pienso en Homero y en el torvo alfil
que, sin saberlo, borra mi memoria
y que mi mano sigue sosteniendo.
¿Acaso quien me juzga va sintiendo
el increíble peso de mi historia?
¿Qué puerta he de tomar para que siga
la sombra urdiendo el sueño que prodiga
la honda nieve y la luz en la mañana?
De cuerno y de marfil dos puertas veo.
La indecisión me invade. Ya no creo.
Nadie pregunta. La respuesta es vana.
VIENDO CÓMO LAS COSAS PERMANECEN
Mirar la delicada transparencia
del agua que se escurre ante mis ojos;
las horas nunca pasan, son despojos,
reflejos de un pasado sin presencia
y sin olvido. Miro un cuadro triste:
lo que tan breve queda va a morirse
en otro sitio o tiempo, como al irse
el muerto deja al vivo también triste;
así quedará todo cuando el río
inevitable vaya murmurando,
al fondo prodigioso del estío,
todo aquello que ha visto y va quedando
lejos de sus orillas, cual tardío
amanecer que siempre está llegando.
SELF-PORTRAIT IN BLUE
Morir es imposible: la cicuta
La bebemos, despacio, como el vino
y no morimos. Miro la pistola;
el círculo del cabo es sólo noche.
Juego con el gatillo y nada ocurre.
A solas, ya sin nadie, me aborrezco.
Pienso que no le importo al asesino.
Soy un tirano más. Nadie conspira
a mis espaldas. Niego a mis mujeres.
Sueño incendiar las casas de este pueblo.
Abjuro de mi nombre y de mi historia.
Morir es imposible. Nada ocurre.
Nadie muere. La muerte nos escribe
poco a poco los días y las noches.
ANTE UNA PUERTA
Descanso ante la antigua puerta oscura.
Miro sus suaves bordes, su madera
que tan paciente guarda la certera
oscuridad que su interior procura.
Rozo la aldaba en vano. Nadie viene.
Escucho sus lejanas voces solas
entrar en el silencio como olas
sin las aguas del mar que las sostiene.
Todo retumba en el sagrado fondo
de la casa que el tiempo no ha podido
derribar. Casa y tiempo son olvido.
Descanso ante el umbral. Acaso un hondo
y perdurable horror yo sufro en vano:
mi mano en la penumbra no es mi mano.
IGNORO DE LOS DÍAS EL DESTINO
Ignoro de mis días el destino.
nada existe. Mi fin está previsto.
Bajo la eterna noche sólo he visto
un único horizonte y un camino.
Quisiera recordar aquel pasado
en que las cosas no sabían nada
de sus nombres. Quisiera la soñada
urdimbre de ese día que ha engendrado
la eternidad de lunas y de rosas.
Acaso sea cierto que las cosas
de hoy van de lo sagrado a lo perdido.
Ignoro si en mi sueño otro convive.
Una estatua me vela y me recibe
y en su sueño seré el que yo he sido.
GERARD DE NERVAL
Yo soy el tenebroso, el desdichado,
el príncipe, el mendigo, el rey, el santo;
soy el vivo y el muerto y el espanto
de la noche y de un astro que he soñado.
Una tumba la noche me ha ofrecido,
con Italia, el océano y la rosa.
Por amante una reina yo he tenido.
Soy la sombra o quizás la silenciosa
gruta en donde descansa la sirena
que Nerval en un sueño me describe.
Soy esa página donde él escribe
el Aqueronte, el Hada, y la serena
lira de Orfeo, y soy muerte en su vaso
que ningún labio amante bebió acaso.
MANUAL DEL CONDENADO
Debo tu nombre al reino, oscuro pueblo.
por una de tus calles he mirado
el palacio de Cnosos, las ventanas
abiertas al abismo y a la noche.
Pienso en Dushara, su secreta historia,
y en las altas batallas de Numancia
que acaso ocurrieron sólo en sueños.
Entre muros de piedras he dormido
y he vislumbrado el alba en un instante.
Sé el oscuro misterio de los templos
y esa imagen de Kaaba con su piedra
de sacro mármol negro, misterioso.
Yo he querido morir en estas calles.
He querido encontrarme con mi muerte.
Solitario me escurro entre las sombras.
Otra gloria no quiero. Todo es sueño.
Desde aquí me desmienten las penumbras.
Mis pasos ya se pierden sin destino.
La condena de un hombre es mi condena.
Aquí puedo decir, oh, ciegos dioses,
no existen ya las luces ni las sombras,
ni la rosa, ni el bosque, ni el estuario,
ni la espada del último guerrero,
ni el oro de esas tardes tan lejanas,
ni el anillo de Odín ni de sus elfos,
ni el recuerdo que el Nilo me prohíbe,
ni el cuerpo que he lanzado hacia las aguas.
HUCK FINN
La suavidad del remo junto al agua.
Sobre los círculos del tiempo sigue
el pez del sueño un mismo pez esquivo.
El mar me envuelve hondo en el silencio.
La barca que me lleva me sostiene
el miedo de llegar junto a los míos.
Sé que la muerte acecha a los que han sido
mortales un instante, no a los dioses.
Si alguna casa tengo la he perdido.
He comerciado sólo con los muertos.
Me han detestado reyes y señores.
Príncipe soy, mendigo; ya los dos
acaso he de ser siempre. No hay salida
de estos sitios tan lejos que me encierran.
Sueño con mi agitada muerte en sueños.
He abjurado del oro de las tardes.
Midas he sido, Skakespeare y Taliesin.
He llorado mi muerte como un niño,
yo, Huck Finn, para siempre en este río.
DIVAGACIONES
A qué dudar si existe en esta vida
otra vida que igual nos complaciera.
¿Quién nos dará el oro, aunque quisiera?
¿Quién los misterios a los que convida
el tiempo a seguir? ¿Quién las maravillas
que son siete o son ocho nombrar puede?
Yo quiero ver la gloria cuando quede
sólo un hombre soñando pesadillas.
¿Quién seré yo en la noche de las noches?
¿Una sombra o un hombre, quizá espejo,
un río, una rosa o un reflejo?
¿Quién seré yo en la noche de las noches?
¿Alguien que dice si otra vida es vida,
de qué muerte mi muerte es concebida?
RETRATO DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN
Puedo mirar el puente y la tiniebla
alzarse en la distancia como un sueño;
demorar ya mis ojos en el agua
que fluye silenciosa, eterna, triste,
e imaginar que escribe con la pluma
alguna página inconclusa y breve
como la tarde que fugaz escapa
y que él no nombra y que quizás yo miro.
EN LA BREVE QUIETUD QUE DAN LOS AÑOS
Como se van fugando ya los días
en la ciega costumbre de las horas
y apenas recordar nos queda siempre
los paseos tan breves y tan solos
por las antiguas calles solitarias
donde una vez soñamos con perdernos.
Desde qué sitio tan extraño vemos
la muerte aparecer con sus ropajes,
sus ojos fulgurando en la penumbra,
su voz llamándonos con qué delirio.
Cómo, de pronto, solos ya nos dejan
sin casa, sin amigo y sin amante,
frente al espejo que castiga, a solas,
en la breve quietud que dan los años.
CARPE DIEM
El mañana no existe, ni el futuro,
que es el mañana del mañana. Juego
a no creerme estas cosas. Miro el juego
que los niños comienzan y procuro
el difícil trasfondo de ese juego.
Por más que me sorprenda es siempre duro
repetirse uno mismo en el oscuro
espejo de los días. Como el fuego
silencioso que abraza y me devora,
el instante me pierde en cada instante,
y al final sólo queda el breve humo
perdiéndose en la sombra. Cada hora
me acontece fatal y muy distante:
cada hora en que ardo y me consumo.
LECTURA DE CARTAS
Mis tres muertes tendrán miradas nobles.
El hombre que en mi sombra me persigue
ha de soñar mi fin cuando despierte,
pero en el sueño el rostro de él me iguala,
y en el alba sabrá que todo es sueño.
Otra muerte será la que me aguarda
en una esquina acaso. Alguien pregunta
el nombre de mujer que no conozco.
He desandado un tiempo que me olvida.
Una mujer me sigue y se demora
ante la tarde a veces con sosiego.
He de morir por manos de mujer.
Alguna vez mis labios la nombraron
sólo para olvidarla en un instante.
He pecado en la carne y en la mente,
en sueños repetidos he pecado.
El mar de la tiniebla me ha ofrecido
las costas apacibles, salvadoras.
He quemado mis naves. Tanta isla
me encierra sin destino. Vivo solo.
He soñado la aurora y el poniente,
la carne de mi carne entre tus labios,
una frase de amor que acaso digo
apenas murmurando, con sosiego.
Vástago soy de un cuerpo temeroso,
de una sombra que muere en otra sombra.
Mis tres muertes tendrán miradas nobles.
Mis cartas no revelan otro signo.
TODO EL HORROR QUE CIEGA Y ME CONFUNDE
He tenido en un sueño las horas de la noche.
Sus altas horas siempre, sus ruinosos silencios,
sus ecos, sus penumbras, sus fatales contornos
yo he tenido. La noche ha hecho de mí su casa.
He soñado mi cuerpo como una sombra entrando
en otra sombra, cuerpo de mí o de la noche,
como un fuego en tinieblas despacio devorándome.
He soñado mi muerte como un país lejano,
como un anillo de oro hundiéndose en el agua.
Acaso el sueño acerca inevitablemente
Al muerto con su muerte, al vivo con su espejo.
Yo he sentido ese horror que ciega y me confunde
con la imagen del otro, sombra que en mí persiste,
animal de la noche rompiéndose en la noche.
LA NIEVE DE OMONIA
La nieve sobre Omonia. A medianoche
salgo a verme en los rostros que adivino
de algún modo tocados por los dioses.
Deambulo sin sentido por las calles.
Persigo una fragancia acaso antigua.
Siento la soledad como un recurso.
A solas, ya sin nadie, busco nada.
Sólo miro mi rostro en los cristales
y olvido el mundo en ese instante. Pienso
que la ciudad no existe; que camino
en esta plaza en donde nadie espera
por mí, en donde nadie ha de encontrarme
posando de repente en una foto
que la nieve eterniza sin belleza.
PALIMPSESTOS
Cuando la letra sea un trazo en la penumbra
apenas descifrable junto a la luz tranquila,
una secreta tarde paciente nos vigila,
para darnos al fin un signo que vislumbra
el arduo palimpsesto de escrituras borradas
por la lluvia y el sol, por noches y por lunas,
y en el que ya entrevemos inolvidables runas,
simbologías, frases, palabras inventadas.
Son largos corredores las letras descubiertas,
y es tan fácil perderse quizás en lo que han dicho.
¿Qué frase de Aristarco no es ahora un capricho
de aquel que la descubre junto a su lengua muerta?
¿Qué esencia nos persigue cuando nos detenemos
sobre el terrible símbolo que engendran ya dos letras,
y quién puede decirme si de verdad son letras
ese trazado ciego en que nos detenemos?
Desde el fatal insomnio, lo que vemos persiste
en el horror de un sueño en que nos dibujamos,
y más allá del sueño otro sueño encontramos,
espiga de la tarde que en otro fuego embiste.
LAS TENTACIONES
Cuando se tiende en la sombra
para aprender de alguna manera
que también la muerte está en la punta de una hoja,
o cuando pregunta por qué no tenemos
esos ríos de sueño y de belleza
(como el Nilo o el Ganges),
por qué nos es negada toda la salvación,
todas esas tardes a las que nos vamos
sin mirar atrás siquiera en un instante.
ESTACIONES
Sé que no quiero escapar
a la idea de perderme en ese bosque,
al terror de irme entre la niebla y el humo
sólo para compartir con el silencio del bosque
todo mi silencio.
De alguna forma estoy en Mortefontaine.
El airecillo frío de la tarde mueve las hojas suavemente.
Faltará la nieve que haga de esta postal del sueño
una realidad más.
No habrá una casa en medio del bosque,
ni el alivio de unos puentes
que acerquen mi sueño a otro sueño;
ningún fuego crepitará hondo ante mí,
ni veré un ciervo cruzando, fugaz,
por esos sitios que el olvido aleja de mis ojos.
Sé que no quiero
escapar a esa idea de ir perdiéndome,
y que la nieve borre mis pasos en la noche.
También sé que es imposible,
que no puedo perderme
y que ningún bosque es una descripción del dolor,
pero aún así juego a no saber
que alguien me despide con una mano
que la distancia vuelve imposible, franja de humo,
y que a cada paso mío
su mano va rozando cuentas de un rosario antiguo.
Sé que no quiero escapar a la idea de perderme en ese bosque.
RETRATO DEL JOVEN CHATTERTON FRENTE A UN JARDÍN DE ESTATUAS
A qué luna alzaré mi frente oscura,
desprovista del cuerno que brillaba
a solas, en penumbras, un instante.
Me he perdido yo mismo en tanta sombra.
Verdugo soy de aquél que me ha seguido
con mi paso de muerto por las calles.
He esperado en la noche algún milagro:
una mano, una cuerda me conjuran.
Yo he sido el olvidado, el misterioso,
algo muy triste ronda por mis puertas.
Vagamente he entrevisto mi destino.
A qué luna alzaré mi frente oscura,
desprovista del cuerno que brillaba
a solas, en penumbras, un instante.
EL TRISKEL
Sin belleza persisto con la noche,
y sufro ante el espejo que destruye,
poco a poco, el contorno de mi rostro.
Me estremece saber que un perro ladra,
confinado en mi miedo, a las pequeñas
salvaciones que azotan mi destino.
Y ahora dime quién pudiera amarme;
sobre qué tentación estoy erguido;
sobre qué cuerpo tiemblo como un pájaro,
sobre qué muerte muerdo ya mi muerte.
sobre qué corazón estoy muriendo.
Sin belleza persisto con la noche.
Un símbolo de magia ya me nombra.
ANTIGUOS MODOS
¿Qué casa ya me aguarda, qué misteriosa casa
me descubre en sus cuadros, me sigue en los espejos?
¿Quién puedo ser yo acaso, de quién soy un reflejo?
¿Qué casa ya me aguarda, qué misteriosa casa?
¿Qué familiar camino me conduce a esta casa?
¿Por qué respondo a veces, de qué nombre me alejo
sigiloso, asustado, moribundo, perplejo?
¿Qué familiar camino me conduce a esta casa?
Si un poco menos soy, será que no adivino
Quién erige mi trono solemne en la tiniebla.
¿Qué sombra me provoca, qué arte o don divino
ha de ofrecerme luz donde antes hubo niebla?
¿Quién beberá valiente por mí todo ese vino
que el tiempo en copa cara figura mi destino?
EPITAFIO PARA UN HOMBRE DEL SUR
Pero qué bien saberte,
Demócrito de Abdera,
ciego e ilustre en el tiempo,
sin ojos para ver
los días y las noches,
con sus soles y lunas
cuando quiero inventarte
en un par de palabras
que me dictan las sombras
y que en vano recuerdo.
ME GUSTABA CUANDO...
Me gustaba cuando leía
un poema de San Juan de la Cruz,
y yo pensaba en la noche
como la única puerta a lo posible,
cuando hablaba de mi sombra
o el cadáver de mi sombra,
arañando en silencio
la piel del silencio,
o cuando descansaba frente a la tarde,
mirándome a los ojos,
diciéndome: nada nos salva de la noche,
ni la noche.
COSAS QUE AÚN NO CONOCEMOS
Pero el recuerdo vuelve con las cosas
que sin saberlo están como esperándonos.
Una conversación a solas siempre
ha de mostrarme el rostro del insomnio.
El oro de los cuernos y las máscaras
consumarán mi historia en el patíbulo.
Una lámpara ardiendo con la noche,
hará mi cruz más cerca del olvido.
Secretas son las armas de la noche,
secretos sus temores y esqueletos.
De sucesivas muertes estoy hecho.
A solas me contemplo: soy terrible.
Como Odiseo bajo a los infiernos.
He vertido mi sangre con descuido.
El tigre de mi sombra me consume.
Pacto en mí el incesto con la noche.
COSAS QUE ME ACOMPAÑAN SIN SABERLO
Por la increíble tarde habré de irme
lejos ya para siempre de mis cosas.
Cierto horror me acompaña como un perro.
Cierto horror de saberme tan anónimo
al libro que releo cada día,
a la penumbra intacta como un salmo,
al blanco del papel que en vano espera,
o el dibujo que olvido y que me olvida.
Siento el horror del mundo en esas cosas
que eternas me acompañan sin saberme:
tu rostro en sombras, tu perfil soñado,
y ese retrato que contemplo a ratos
en donde caminamos ya de espaldas
mirando sin saber a quién acaso.
OTRA VERSIÓN DE NERVAL
Yo soy el desdichado; soy el triste y el loco
y también el oscuro que insomnes sombras besa.
¿Por qué no me conceden esa esquiva y traviesa
felicidad que tienen todos? Poco
de esplendor el pasado me ha ofrecido.
Ningún legado dejo. Ningún oro.
Siento la soledad como el tesoro
con el que azar me alcanza en el olvido.
Si una música escucho es ya lejana.
Si una mano descubro me ha negado.
No soy del alba ni de la mañana.
Soy de la tarde que invisible ha dado
sus eternas penumbras y un camino
que eterno va a la noche. Es mi destino.
CIUDADES QUE PERSISTEN
Ciudades que persisten graves, sordas,
mientras uno regresa con sosiego,
con la falsa quietud de un vagabundo.
Ciudades en que tientan los placeres,
los olores del vino y de la carne,
y la seda enlutada sobre el rostro.
Ciudades tan perversas como un niño
tranquilo deambulando por las tardes,
junto al oro de Corr o de Bizancio.
Ciudades para jóvenes eternos,
seguros de su sombra y sus fantasmas
crueles como el tiempo y el olvido.
Ciudades improbables como sueños,
y manzanos sagrados floreciendo,
y alguien que llama siempre muy de lejos.
RUE DE LA VIEILLE LANTERNE
A una calle en París, sorda y antigua,
ha de faltarle el eco de mis pasos,
la sombra de mi sombra en sus ocasos,
el eco de mi voz junto a la ambigua
puerta en la que figuro mi salida.
A una calle en París, serena y triste,
que ninguna penumbra honda embiste,
debo las trampas todas de la vida.
Una calle que ignora que yo existo
y que a su vez permite que la sueñe
inevitablemente noche y día.
Una calle improbable como un Cristo
que acaso no veré aunque se empeñe
en dejarme tan solo en mi agonía.
EL BOSQUE DE PERSEFONE
Me castigan los dioses y los hombres.
Bajo los astros miento mi delirio.
He bebido la sangre de mis dioses.
Doce naves conjuran mi destino.
Eolo me ha ofrecido el odre mágico.
El bosque de Perséfone es mi bosque.
El alma de Tiresias es mi alma.
Yo he querido que todo fuese un sueño.
Como el alba y la noche, toda historia
se repite fugaz e inevitable.
Como el alba y la noche va mi historia.
Ante ustedes, mis hombres, voy muriendo.
He saboreado el loto del olvido.
Ojalá alguien me niegue en el futuro.
UN SUEÑO, UNA SOMBRA
Eterna la penumbra sombras viste
de cuerpos enlutados el estío,
las columnas, los toldos, los baldíos
fondos en que la luz en mí persiste.
Qué silencio, qué ruina me desviste,
qué reflejo me pierde frente a un río,
qué pasos me detienen el sombrío
eco que dejan ya mis pasos. Triste
y solitario busco lo perdido:
un rostro que me ignora y que yo ignoro,
una tarde fatal en la que añoro
otra tarde tal vez en la que he sido
apenas nada: un sueño, sombra acaso...
apenas nada: un sueño, sombra acaso.
CUADERNO DE SUEÑOS Y CONCESIONES
Indigno soy del tiempo y de los rostros
que el tiempo me ha otorgado finalmente
como una concesión pura y divina.
Indigno soy de amar a quien me ama.
Una sombra me sigue; otra conspira.
Intuyo que mi fin será saberme
perdido entre los árboles de un páramo
que sólo en sueños puede revelarse.
Intuyo que la muerte no es la muerte,
ni el agua el agua. Todo es ya memoria
de algo que está pasando eternamente.
Sé que soy yo en la tarde padeciendo
el destino de Midas y de Sócrates.
Sé que soy el que busca sobre el agua
el improbable rostro de algún muerto.
Sé que mis pasos vuelven a su origen
y que no soy del polvo prodigioso.
Sé que he sido el infiel, el moribundo,
el que esconde la daga en un bolsillo.
Indigno soy de todos y de todo,
pero en algún instante de la noche
alguien me soñará y me habrá salvado
de un futuro de sueños y de hogueras.
HOMBRE QUE MIRA LA PARED DE ENFRENTE
De pie, como esperando en la tiniebla
por otra sombra acaso, otra silueta,
preguntándose qué pared divide
sus ojos de otros ojos levemente.
Y quién podrá decir de dónde viene,
a quién espera en esa oscuridad
donde sólo el silencio hondo intenta
un silencio mayor,
como de bestia muerta.
De pie, como si el tiempo no paseara
su eternidad de días y de noches,
lo vemos detenido, inconmovible,
como una estatua ciega mirándose en la fuente.
CUADERNO DEL FALSO AMOR IMPURO
No me perdones, tú que sabes todo.
No me perdones tú, torvo señor.
si atravieso mi sombra con horror
es la luz que me espanta como el lodo
en el que soy creado. No permitas
que sea mi amor puro como el agua;
mas bien prefiero el fuego de la fragua
a la vasta pureza que limitas.
Quiero ser todo yo aunque fracase
y arda como la hoguera ante la tarde
que si insomne y terrible en otra tarde
persiste sin saberlo en el umbral
de algo que no ignoramos tan fatal:
quiero ser todo yo aunque fracase.
CONVERSACION CON PANERO
Nadie me nombra. Nadie a mi me espera.
Más solo que la noche, soy la noche.
Más solo que la sombra, soy la sombra.
Menos que el vino soy, menos que el vaso.
A qué sitio del tiempo me condenan
recuerdos, escrituras, profecías,
palimpsestos, velámenes, oscuras
tarjas donde mi nombre no copiaron.
(si monstruo he sido entonces, el infierno
será mi paraíso más cercano).
No sufro la pobreza, soy pobreza.
Por mi mano se escurre lo maldito.
Los ángeles me abrazan y me besan.
Hago el amor con Dios y con el diablo.
ULTIMAS VISIONES
Como la rosa hundiéndose
despacio en el crepúsculo
voy perdiendo las formas que quedan de salvarme.
Sé que debo enfrentarme con mi sombra,
con el hilo de sombra que mis pasos
pierden en una esquina,
y regresar después
con la sed de un vacío
que abre en mi cuerpo dagas imposibles.
Deseoso de la espera
el ojo alucinado va buscando fantasmas:
mano que asciende, pájaro en su espiral de miedo.
Hay paisajes de invierno:
lentos copos de nieve sobre la piel del río,
casas donde la noche
acomoda sus hordas de pájaros y lobos,
donde existe un momento
para que el reloj caiga y suban las miradas
ocultando las culpas,
y la sangre dibuje su máscara fugaz
como un niño desnudo de pronto en un espejo.
Alucinada brújula del cuerpo. También en el principio
anduvimos descalzos. Un árbol donde el pájaro dobla su sombra y calla.
La memoria del pájaro será también del tiempo.
Voy a matar mis muertos de memoria.
Haré ofrendas al viento.
Incendiaré las casas.
Trazaré la maraña de un ajedrez nocturno:
antorchas que flamean sus llamas como espadas
y rostros que repiten el granizo del sueño.
No basta abrir las puertas.
Predigo una estación en la que toco un fondo
de cosas sepultadas,
y pájaros que vienen a morir en mis manos.
POSTAL CON BOSQUE DE ASFODELOS
He quedado lejos de todo, en tierras del norte.
He desandado un sendero de flores,
agapantos fundidos en la noche.
Me has llamado para asegurar de algún modo
Que alguien te recuerda.
Maldigo el otoño, estación de la pérdida
y el vuelo circular de los pájaros.
Ahora miro desde la ventana.
Páramos de almas, imágenes de la muerte,
diría Homero.
Hoy pienso en la muerte como un recurso,
Recorro por última vez un sendero de flores.
Para ti faltó toda la Estigia.
Para mí sólo la tranquilidad de algún bosque
donde tenderme y esperar a que aparezcas.
MIDSUMMER’S NIGHT’S DREAM
Yo he soñado perderme en todo viaje;
dejar atrás las cosas que he vivido:
el sueño de mi sombra o ese olvido
que eterno me acompaña en tanto viaje.
Si poco soy, acaso algo he sido;
más que rey o bufón, príncipe o paje,
la vida sus tesoros me ha escondido,
y el árbol rojo donde cuelgo el traje
desmiente mi penumbra desasida.
Solo y desnudo, busco: nunca encuentro:
no me mata la muerte, ni la vida.
Me mata sólo el sueño, el breve sueño
que al despertarme ya me deja adentro
la horrible sensación de lo pequeño.
UN ROSTRO
Nada me asusta más que la falsa serenidad
De un rostro que duerme...
Jean Cocteau
Oscuridad tan honda que encendía
de sombras nuestros ojos un instante,
no hay para mí sino el morir constante
bajo los astros. Esa es mi agonía.
No quise ser un dios, ni la porfía
de un hombre que rechaza vacilante,
el curso de la vida que distante
lleva también la muerte y su ironía.
Muero en la vida y muero ya en la muerte.
Soy del oscuro astro aquella suerte
de iluminar el mundo que me han dado.
Si me condenan, yo nunca he creído.
Mas que carne su cuerpo es ya su olvido.
Soy el rostro que duerme y que han soñado.
POSTAL DE DUSSELDORF
He soñado con las tardes de Dusseldorf, al pie de los faroles, con sus torres altas y calles que van y vienen de ningún sitio.
He tenido tu mano vagando por mi mano, como en un gesto simple,
como quien roza por descuido la piel de los dedos.
He sido bello cuando me has dicho que soy bello, cuando sueñas para mí esa tranquilidad de interiores cómplices, una mesa con rosas y una jarra de vino.
He sido feliz cuando el oro del sol da en tu rostro y pides que cubra ese falso esplendor que el sol de las tardes nos ofrece.
He soñado esas tardes, la fuga de las tardes a sitios tranquilos, y el bosque de hojas doradas cubriendo los caminos.
En alguna taberna de Dusseldorf quedará el recuerdo de ese encuentro. Hay una mesa en donde nadie se sienta. Unas rosas eternamente rojas y una jarra de vino. Todo inmóvil como ese tiempo que guardan las postales.
ESA BREVE CONCIENCIA DE LO OSCURO
Esa breve conciencia de lo oscuro,
de lo fatal, lo enorme sucediendo
como en esas películas silentes
en las que adivinamos sólo un rostro,
un oscuro reflejo, una palabra.
Esa breve conciencia de quedarnos
colgados de la luz como de un sueño,
ante el espejo en sombras repitiendo
otra mano, otro rostro, y otro espejo.
Qué imagen nos acerca a la locura,
mientras vamos descalzos al abismo;
y en ese instante presos nos quedamos
preguntándonos qué o quién persiste
más allá de la sombra o del silencio.
AQUERONTE
Poco antes que el Aqueronte fuera
un monstruoso animal de la tiniebla,
el Dante lo entrevió, como una niebla,
flotando, ya sin rumbo, en la ribera.
En los libros fatales del etrusco
se enseñan los caminos de la muerte:
todo el infierno del titán es suerte
fijado por un dios muy ciego y brusco.
EL ALCAZAR
De piedra y de silencio la muralla
aquieta el tiempo sigiloso y suave.
descubre sus oscuras torres solas,
sus inmensos salones tan callados.
Más, ¿dónde la penumbra breve agita
bien adentro lo quieto y lo terrible,
la huella que perdí frente al abismo
o el hondo corazón de qué tiniebla?
AL ROSTRO REFLEJADO AL FONDO DE UN ESTUARIO
Aciaga y solitaria, tú relumbras
en el oscuro sitio en donde tienes
tus días y tus noches, tus penumbras,
y todo ese esplendor que ya previenes.
De siglo en siglo, pasas, olvidada.
Quien ahora te toca nunca sabe
que otro dueño has tenido, como el ave
que huye desde sueño y de la nada.
LA CASA
Entre sombras oscuras la penumbra
va rozando sutil todas las cosas,
la lámpara de luz, libros y rosas,
todo lo va rozando la penumbra.
¿A qué instante del tiempo pertenecen
sus hondos y tranquilos claroscuros,
si lejos de la luz los siempre oscuros
objetos silenciosos resplandecen?.
EL OSCURO PLACER DE LOS ADIOSES
Porque también yo supe del oscuro
placer de los adioses; de las cosas
que imaginé acaso silenciosas
como el amor y el tiempo, hoy procuro
mantenerme alejado de esas cosas.
En otro tiempo vivo. Me figuro
un presente de rostros que el futuro
inundará de esencias y de rosas
que ya han sido cantadas. Despedirse
es en vano. Los días nos devuelven
a un pasado terrible. Soy testigo
de un hecho atroz: mis horas me disuelven
en otras horas. No hay otro castigo.
Acaso el que yo fui está por irse.
EL CANCERBERO
Dicen que en la penumbra el cancerbero
espera tan paciente que su aullido
no termina ya nunca, y que ese aullido
hiela el alma y el sueño del guerrero.
Hesíodo le concede tres cabezas;
Virgilio tres gargantas le adivina.
Dante le da las barbas, lo conmina
a desgarrar las almas con destrezas
incalculables. Tres cabezas tiene
el perro que custodia los infiernos.
¿Será qué sólo existen tres infiernos
o hay uno que, secreto, él no previene?
Devorar él quisiera soles, lunas.
Devorar él quisiera soles, lunas.
DISCURSO ANTIGUO
Yo, Tales de Mileto,
que he visto la belleza reflejada en el agua
en la forma de un rostro,
no quiero ser juzgado por algo imperceptible.
Yo, uno de los siete grandes sabios de Grecia,
que confirmé la fecha del eclipse
y el uso de los símbolos geométricos,
que he mirado mi sombra
arrastrarse en silencio por la arena de Egipto.
Yo, que también he dicho
que en todo están los dioses,
he quemado los libros que los nombran.
Yo, Tales de Mileto,
mirando cómo el agua al tocarme me olvida,
sufro el dolor y el miedo hasta en mis sueños.
LA DUDA
He vuelto a ser la duda,
la mascarilla leve que tiembla tras el rostro.
Me he sentado tranquilo
para ver cómo arden en las aguas del lago
las dos lunas del fuego y el cuerno de la noche,
cómo pasa por mí toda esta muerte
detenida un instante entre mi sombra y yo.
He vuelto a ser el miedo.
Cuando escucho tus pasos perderse a mis espaldas,
he vuelto a ser el miedo.
Como una hoguera ardiendo en la tormenta
he desafiado el tiempo que conceden mis dioses.
He persistido un poco más allá de mis dioses.
Me han azotado en vano.
He vuelto a ser la duda,
la mascarilla leve que tiembla tras el rostro.